Dado que nuestro vuelo salía a las 7 de la mañana y tendríamos que salir de Sqn Francisco a las tres como muy tarde, decidimos que no era muy buena idea pagar un hostal para hoy. Así nos vimos desde primera hora, vagando sin destino, sin un sitio al que volver para descansar o dejar las compras, en mitad de una ciudad en la que hay más indigentes que turistas. No podíamos haber elegido un sitio más apropiado.
En la gran parte de California se prohíbe la mendicidad, sentarse en las calles o tumbarse en los parques, razón por la que las personas que desean, o necesitan hacer algo de lo anterior, se hacinan en esta ciudad, más transigente. De igual manera, todos los que tiene problemas con las drogas o con el sida, acuden a San Francisco para recibir algún apoyo.
El resultado es una ciudad confusa, un Varanasi a la americana, en la que se dan cita los Sadús occidentales, mezcla de pordioseros y predicadores (aquí más de lo primero que de lo segundo). Desde la cristalera dee nuestro restaurante en Little Italy, en el que hemos comido la mejor pizza del viaje, hemos visto probablemente los individuos más curiosos de la ciudad, desde un señor con una falda rosa, hasta un grupo de Franciscanos, pasando por un motero vestido como una adolescente. El desfile ha sido para recordar.
Después de la comida ya no nos quedaban cosas que hacer, y nos hemos visto buscando un sitio caliente, o un parque en el que tumbarnos. Nuestra última noche ha sido puramente americana. Tras cenar en una hamburguesería de veinte metros cuadrados, con varios premios culinarios en la repisa, hemos acabado en un bar con sillones de cuero, una máquina para poner música (3 canciones por un dólar), y una mesa de billar. Tras la barra dos asiáticas con pinta de ir hasta arriba, de alcohol u otras cosas, y delante una extraña mezcla de gente joven, turistas despistados, y clientes habituales tipo bar de Moe.
A las doce hemos vuelto al hotel, donde un chino nos ha pedido quince taxis hasta que ha llegado uno en el que entráramos los cinco. Nuestro día de indigentes lo hemos acabado durmiendo unas horas en los mostradores de embarque, hasta que han abierto a las cuatro. En dos horas saldrá nuestro primer vuelo, y nuestra aventura estará cerca de su final.
Aquí acaba este blog. Han sido ts semanas de aventuras, en las que hemos compartido con vosotros kilómetros y kilómetros de carretera, anécdotas, aventuras y sorpresas. Como os podéis hacer idea, con tantas cosas por hacer, no siempre nos ha sido fácil continuar escribiendo a diario, sabíamos que os lo estabais pasando casi tan bien como nosotros. Nos vemos en Madrid, con las fotos y mucho tiempo por delante.
sábado, 21 de agosto de 2010
viernes, 20 de agosto de 2010
San Francisco: frío, cuestas, buen rollo.
Nuestro hostal en la ciudad era un pequeño adelanto de lo que nos íbamos a encontrar. Un sitio céntrico, bien decorado, con gente agradable, en el que teníamos una habitación en un sexto con un ascensor de los años cuarenta, y que no hemos cogido demasiado. La habitación, suficiente, cuidada, tiene un radiador negro de metalque podría ser parte del decorado de una peli de gánster, una bañera con patas, y vistas a la ciudad, con una escalera de incendios en la ventana.
San Francisco es un sitio relativamente pequeño, que se puede recorrer en pocos días. Los mejores medios, y los que hemos usado, nuestras piernas, autobuses eléctricos, y unos tranvías que en realidad son funiculares, para subir las cuestas que esconde la ciudad. Es muy agradable pasear por sus calles, entre casas victorianas, muchos árboles, algún que otro jardín, y bares bastante a la moda. Agradable, hasta que llega la niebla, el frío y el viento, que es digno de mencionar. Desde el puerto vimos atardecer, con el Goldengate sumergido en nubes y un vendaval para salir volando. Fer se empeñó en que no era frío, sino brisa marina, y aguantó día y medio sin chaqueta, aunque estamos convencidos que lo hizo por cabezonería. Contagiada de esa locura, Julia decidió que era un buen día para bañarse en el Pacífico, o aunque no lo fuera, nuestra única oportunidad para hacerlo, y acabamos todos dentro para no parecer unos cobardes. El chino que nos hizo la foto puso cara de "estos están de la olla". Esa noche decidimos callejear para conocer las famosas cuestas, que también nos dejaron fuera de juego. Aún no comprendemos cómo los coches aparcados no se caen.
Por la mañana, pasamos el día en el Goldengate, que más que impresionante, es mítico. Lo que más merece la pena de este puente, son las vistas de la ciudad, y verlo desde lejos, con los pilares borrados por la niebla. También dedicamos un buen rato a buscar las fijaciones de Destro, hasta que tuvimos que abandonar, a falta de visitar una tienda fuera de la ciudad, que ya nos dio pereza.
Los jueves por la noche, en nuestro albergue, hay una fiestecilla para los huéspedes, y ofrecen vino y queso gratis. Allí nos presentamos con la idea de pasar un buen rato, y quizás probar algún buen vino de California. Finalmente el mejor que nos ofrecieron era Argentino, pero dio de sí. Llevábamos tiempo sin hablar con nadie en los bares, y hoy era el día. Elia, o como se diga, un ruso de Siberia, que estaba recorriendo América desde Alaska a la Patagonia trabajando en bares y hostales, y que quiere ser director de cine, fue nuestro Piticli. Fue un gran encuentro para HQT, que le mandará sus obras por Internet, y para alguien más que prefiere permanecer en el anonimato y de quien no contaremos más.
Hoy será nuestra ultima jornada en San Francisco, y en América. Nuestro vuelo sale a las 7 de la mañana, y nos dará tiempo para hacer compras, ver alguna cosa más, y pasar la noche en algún club de jazz, o lo que se tercie.
Por si no encontramos nueva conexión a Internet, llegaremos el domingo a las 9:30 de la mañana.
San Francisco es un sitio relativamente pequeño, que se puede recorrer en pocos días. Los mejores medios, y los que hemos usado, nuestras piernas, autobuses eléctricos, y unos tranvías que en realidad son funiculares, para subir las cuestas que esconde la ciudad. Es muy agradable pasear por sus calles, entre casas victorianas, muchos árboles, algún que otro jardín, y bares bastante a la moda. Agradable, hasta que llega la niebla, el frío y el viento, que es digno de mencionar. Desde el puerto vimos atardecer, con el Goldengate sumergido en nubes y un vendaval para salir volando. Fer se empeñó en que no era frío, sino brisa marina, y aguantó día y medio sin chaqueta, aunque estamos convencidos que lo hizo por cabezonería. Contagiada de esa locura, Julia decidió que era un buen día para bañarse en el Pacífico, o aunque no lo fuera, nuestra única oportunidad para hacerlo, y acabamos todos dentro para no parecer unos cobardes. El chino que nos hizo la foto puso cara de "estos están de la olla". Esa noche decidimos callejear para conocer las famosas cuestas, que también nos dejaron fuera de juego. Aún no comprendemos cómo los coches aparcados no se caen.
Por la mañana, pasamos el día en el Goldengate, que más que impresionante, es mítico. Lo que más merece la pena de este puente, son las vistas de la ciudad, y verlo desde lejos, con los pilares borrados por la niebla. También dedicamos un buen rato a buscar las fijaciones de Destro, hasta que tuvimos que abandonar, a falta de visitar una tienda fuera de la ciudad, que ya nos dio pereza.
Los jueves por la noche, en nuestro albergue, hay una fiestecilla para los huéspedes, y ofrecen vino y queso gratis. Allí nos presentamos con la idea de pasar un buen rato, y quizás probar algún buen vino de California. Finalmente el mejor que nos ofrecieron era Argentino, pero dio de sí. Llevábamos tiempo sin hablar con nadie en los bares, y hoy era el día. Elia, o como se diga, un ruso de Siberia, que estaba recorriendo América desde Alaska a la Patagonia trabajando en bares y hostales, y que quiere ser director de cine, fue nuestro Piticli. Fue un gran encuentro para HQT, que le mandará sus obras por Internet, y para alguien más que prefiere permanecer en el anonimato y de quien no contaremos más.
Hoy será nuestra ultima jornada en San Francisco, y en América. Nuestro vuelo sale a las 7 de la mañana, y nos dará tiempo para hacer compras, ver alguna cosa más, y pasar la noche en algún club de jazz, o lo que se tercie.
Por si no encontramos nueva conexión a Internet, llegaremos el domingo a las 9:30 de la mañana.
miércoles, 18 de agosto de 2010
Yosemite, el paraíso de los montañeros.
El viaje hasta Yosemite, el último de nuestros parques naturales, iba a ser más largo de lo pensado. Se encuentra situado en el interior de la cordillera que vimos ayer, High Mountain, y sólo se puede acceder desde el este por un puerto a más de 3.000 metros que permanece cerrado gran parte del año. Desde ahí hasta el valle aún teníamos más de dos horas. Realmente, aún no nos terminamos de acostumbrar a estas medidas, en las que un parque tiene el tamaño de León. Ya desde la entrada nos informaron que no quedan ni cabañas ni habitaciones libres para toda la semana, así que hemos cambiado nuestro plan sobre la marcha para pasar la tarde, y buscar un hostal de madrugada.
Desde la entrada, Yosemite es un espacio espectacular, en el que las montañas son enormes, cubiertas de pinos de altura ajustada al conjunto, y salpicadas de pequeños lagos de un azul muy intenso en los resquicios entre los cortados. Entre los picos el agua cae formando cascadas de tal altura que el agua no llega abajo, y se pulveriza en la caída. Verde, gris, rojo y azul contrastan unos con otros, en un paisaje que nos obliga a parar y salir del coche cada pocos minutos. No hay deporte de montaña que no se nos antoje como su sitio ideal: senderismo, pesca, mountain bike, escalada,...Los famosos Gran Capitán y Half Dome son paredes verticales de una altura que da vértigo.
No somos los únicos que hemos pensado en sus posibilidades, porque el parque está lleno, y la gran mayoría viene con tiendas y maletas, para quedarse varios días. A la hora de comer, en una terraza, los carteles nos avisan que seamos cuidadosos con los restos para no atraer a los osos. A tanto no hemos llegado, pero las ardillas, los cuervos y unos pájaros azules, sí se nos han acercado.
Tenemos escasas cuatro horas para recorrer casi cuatro mil kilómetros de senderos, así que hemos tenido que elegir. Un pequeño paseo lleva hasta la base de una de las cascadas. A pesar de que es una de las pequeñas, no debe tener más de cien metros, es enorme. Más arriba se encuentran las mayores de América, con 800 metros de caída, pero no hay tiempo; en otra ocasión.
Cogemos nuevamente el coche para subir a Glaciar Point, un mirador desde donde se divisa todo el valle. Los cortados son brutales, y se ueintuye dónde estuvo el glaciar, junto al Half Dome. El atardecer desde aquí es una imagen al nivel del resto del parque, pero el mirador está saturado de gente. Como dice Fran, no hemos conseguido simbiosis con la naturaleza. Pero este sí es un sitio para volver, y con tiempo.
Hasta el primer pueblo, tardamos aún casi tres horas. De este tramo os podemos contar poco porque nos hemos dedicado a dormir, excepto que en el camino se nos han cruzado varios animales, a los que ha faltado poco para atropellar. Nuestro alojamiento de hoy, digno de reseñar, un tienda de campaña encima de una losa de cemento, en un motel que regentaba una señora a la que llamamos familiarmente "la Comeniños".
Acabamos de llegar a San Francisco, nuestra última parada. Las primeras impresiones son buenas. Aquí acabará nuestra ruta, tras cruzar más de 3.000 millas, 4 zonas horarias, 11 estados, e incontables paisajes diferentes. Pero aún nos queda disfrutar de esta parada.
Desde la entrada, Yosemite es un espacio espectacular, en el que las montañas son enormes, cubiertas de pinos de altura ajustada al conjunto, y salpicadas de pequeños lagos de un azul muy intenso en los resquicios entre los cortados. Entre los picos el agua cae formando cascadas de tal altura que el agua no llega abajo, y se pulveriza en la caída. Verde, gris, rojo y azul contrastan unos con otros, en un paisaje que nos obliga a parar y salir del coche cada pocos minutos. No hay deporte de montaña que no se nos antoje como su sitio ideal: senderismo, pesca, mountain bike, escalada,...Los famosos Gran Capitán y Half Dome son paredes verticales de una altura que da vértigo.
No somos los únicos que hemos pensado en sus posibilidades, porque el parque está lleno, y la gran mayoría viene con tiendas y maletas, para quedarse varios días. A la hora de comer, en una terraza, los carteles nos avisan que seamos cuidadosos con los restos para no atraer a los osos. A tanto no hemos llegado, pero las ardillas, los cuervos y unos pájaros azules, sí se nos han acercado.
Tenemos escasas cuatro horas para recorrer casi cuatro mil kilómetros de senderos, así que hemos tenido que elegir. Un pequeño paseo lleva hasta la base de una de las cascadas. A pesar de que es una de las pequeñas, no debe tener más de cien metros, es enorme. Más arriba se encuentran las mayores de América, con 800 metros de caída, pero no hay tiempo; en otra ocasión.
Cogemos nuevamente el coche para subir a Glaciar Point, un mirador desde donde se divisa todo el valle. Los cortados son brutales, y se ueintuye dónde estuvo el glaciar, junto al Half Dome. El atardecer desde aquí es una imagen al nivel del resto del parque, pero el mirador está saturado de gente. Como dice Fran, no hemos conseguido simbiosis con la naturaleza. Pero este sí es un sitio para volver, y con tiempo.
Hasta el primer pueblo, tardamos aún casi tres horas. De este tramo os podemos contar poco porque nos hemos dedicado a dormir, excepto que en el camino se nos han cruzado varios animales, a los que ha faltado poco para atropellar. Nuestro alojamiento de hoy, digno de reseñar, un tienda de campaña encima de una losa de cemento, en un motel que regentaba una señora a la que llamamos familiarmente "la Comeniños".
Acabamos de llegar a San Francisco, nuestra última parada. Las primeras impresiones son buenas. Aquí acabará nuestra ruta, tras cruzar más de 3.000 millas, 4 zonas horarias, 11 estados, e incontables paisajes diferentes. Pero aún nos queda disfrutar de esta parada.
martes, 17 de agosto de 2010
Después de Sin City...el infierno.
Salimos de nuestra pirámide a primera hora, en busca de nuevos entornos naturales. Por el camino, encontramos las famosas capillas de Las Vegas, en las que diariamente se casas 1.000 Elvis, 800 Marilyn y 25 capitán Spok. Fue la última oportunidad para Julia y Destro, pero con lo ganado en la ruleta no nos daba para pagar el banquete.
Hemos parado a dormir en Lone Pine, un pueblo de madera, con un Saloon de puertas abatibles, de camino a Yosemite. Dado que hoy desde el desayuno no hemos tomado más que un granizado de limón, hemos huido de la comida rápida y cenamos en un restaurante un buen filete americano con un vino de California. Ser español es un problema, porque uno lo compara todo con la carne de Segovia y el vino de Rioja, pero nos sentó muy bien. La noche la acabamos en el saloon, con una cerveza local, jugando al billar y a una especie de petanca de mesa.
Hoy entraremos en Yosemite, el paraíso de los escaladores en América. Dormiremos allí antes de salir hacia San Francisco. Hemos leído en la guía que la mayoría de las cabañas no tienen luz ni teléfono, así que imaginamos que wi-fi tampoco. ¡ya os contaremos a la salida!
Según nos acercamos a California, estado al que entraremos a través de Death Valley, el termómetro del coche comienza a mostrar valores que se antojan peligrosos. Al llegar, el famoso valle del que muchos buscadores de oro no regresaron, no recibió con todo su esplendor. Un terreno inhóspito, en el que sólo se oyen los motores de los pocos coches que se atreven a atravesarlo. Fuera, no hay animales (excepto, al parecer, caracoles), no hay habitantes, y los visitantes no tienen fuerzas para hablar. Nada más llegar al valle está Zabrinsky Point, un mirador donde casi todos nos atrevemos a tomar alguna foto y hacer algún comentario como "pues no hace tanto calor". Total, 43ºC no son nada que no haga un verano en Madrid. Los miradores tienen nombres evocadores de lo que uno va a ver como El Infierno de Dante.
Unas pocas millas más allá la mitad de los coches prefieren no seguir adelante. Hace tanto calor, que los carteles recomiendan apagar el aire acondicionado a cada rato para no recalentar el motor. Entre montañas de colores ocres y verdosos, llegamos a Badwater, una salina que es el punto más bajo de USA, a 85 metros bajo el nivel del mar, y en el que se alcanzan temperaturas más altas. El paseo por aquí es lo más parecido a andar por otro planeta, pero los ¡¡50ºC!! no nos dejaron estar fuera del coche más de veinte minutos. El resto del camino hasta salir del parque nos llevó toda la tarde. No entendemos cómo alguien pudo cruzar esto alguna vez a caballo, porque era "un atajo" para llegar a California. La carretera es muy divertida con muchas curvas entre las rocas, subidas de -100 pies a 4.500 en 5 millas y vuelta a bajar, y la gran atracción: no sabemos lo que significa, pero tras los carteles de DIP, venían caídas y subidas propias de un parque de atracciones. Entre bache y bache, nos cruzamos con un lobo, que no sabemos de qué se alimentará.
Hemos salido ya de Death Valley, y hemos descubierto por qué en los mapas no hay vías de entrada desde el este en Secuoya Park, donde se encuentran los árboles más altos del planeta, a pocos kilómetros del infierno. Entre el parque y nosotros hay una cordillera infranqueable que no conocemos, lo bastante alta como para ver neveros en lo alto.Hemos parado a dormir en Lone Pine, un pueblo de madera, con un Saloon de puertas abatibles, de camino a Yosemite. Dado que hoy desde el desayuno no hemos tomado más que un granizado de limón, hemos huido de la comida rápida y cenamos en un restaurante un buen filete americano con un vino de California. Ser español es un problema, porque uno lo compara todo con la carne de Segovia y el vino de Rioja, pero nos sentó muy bien. La noche la acabamos en el saloon, con una cerveza local, jugando al billar y a una especie de petanca de mesa.
Hoy entraremos en Yosemite, el paraíso de los escaladores en América. Dormiremos allí antes de salir hacia San Francisco. Hemos leído en la guía que la mayoría de las cabañas no tienen luz ni teléfono, así que imaginamos que wi-fi tampoco. ¡ya os contaremos a la salida!
lunes, 16 de agosto de 2010
¡Hagan juego!
Llegamos a Las Vegas casi de madrugada, tras atravesar en coche la famosa presa Huber. Desde bastante antes comenzamos a ver la luz detrás de las montañas, hasta que, una vez superadas, nos encontramos con una bombilla de 10 km de diámetro. La carretera de entrada, a pesar de ser tan tarde, estaba bastante saturada. A la entrada en la ciudad, nos encontramos con una difícil decisión: ¿dónde dormir?¿En un castillo, una pirámide, un circo, París, Roma o New York? Finalmente nos decidimos por sentirnos faraones durante dos días y alojarnos en un recinto con pirámide, esfinge, templo y jeroglíficos en el ascensor: el Luxor.
De nuevo en marcha. La Nv-160 nos lleva hacia Death Valley, un enorme valle entre el desierto y el desierto, en el que hace aún más calor y hay menos agua. Las guías recomiendan llevar agua de sobra en el coche, y no adentrarse sin aire acondicionado. Al parecer, se puede cocinar un huevo sobre el capó del coche, pero no hemos comprado ninguno para hacer la prueba. Según nos acercamos a las montañas, la vegetación se va haciendo más escasa, y el termómetro del coche sube de 94º a 102ºF. Y aún nos quedan 40 millas hasta llegar.
Dentro de cada hotel, un casino. Y en torno a las mesas de ruleta y black jack, se agolpa una extraña mezcla de turistas con pinta de turistas, ludópatas, familias enteras con niños pequeños, prostitutas, jóvenes de 21años celebrando su mayoría de edad, y asiáticos que aparentan más trabajar con la estadística que dejarse llevar por el azar. ¡Bienvenidos a Las Vegas, donde todo es posible! Como no podía ser de otra manera, nos unimos a la fiesta, y tras tomarnos un granizado de cubata del tamaño de un florero, nos acercamos a la ruleta a probar nuestra suerte. La verdad es que no nos fue del todo mal, y más que menos, nadie perdió entre las dos noches más de lo razonable. Algunos afortunados, de hecho, hicieron caja plantándose a tiempo tras una buena racha. Fer utilizó las ganancias para comprar un auténtico juego de Poker de Las Vegas, que habrá que estrenar en una próxima timba, y a Destro quizás sus fijaciones le salgan gratis. A pesar de ser su cumple, Fran no sacó más premio que una estupenda camiseta de etiqueta, y una tragaperras portátil, con la que abrir un casino a Abraham.
Una piscina bajo un sol propio del desierto que nos rodea, y una visita a los hoteles míticos como Bellagio, en el que volvimos a probar suerte al Black Jack, completaron una estupenda jornada d descanso en mitad de nuestra ruta. Las sensaciones que nos llevamos son variadas; quizás sea un lugar inexcusable en un viaje como este, pero no tenemos mucha intención de volver nunca más.De nuevo en marcha. La Nv-160 nos lleva hacia Death Valley, un enorme valle entre el desierto y el desierto, en el que hace aún más calor y hay menos agua. Las guías recomiendan llevar agua de sobra en el coche, y no adentrarse sin aire acondicionado. Al parecer, se puede cocinar un huevo sobre el capó del coche, pero no hemos comprado ninguno para hacer la prueba. Según nos acercamos a las montañas, la vegetación se va haciendo más escasa, y el termómetro del coche sube de 94º a 102ºF. Y aún nos quedan 40 millas hasta llegar.
Bigger and bigger
Hicimos noche en Mexican Hat, pueblo en el que efectivamente había polvo en las calles, un río que formaba un cañón, y probablemente rastrojos rodantes. No Vacancy en los moteles, sólo quedaba libre una casa entera por la que nos pedían bastante más de lo que estamos acostumbrados a pagar. La alternativa era conducir al menos otros 100 km hasta el pueblo más cercano, sin la seguridad de encontrar nada, así que dimos buena cuenta de su Jacuzzi y su terracita con vistas al río.
Nuestra primera parada, Monument Valley, un parque natural en el interior de una reserva de indios Navajos. El paisaje, lunar, es un desafío para la descripción. Una llanura casi desértica, que se pierde en el horizonte, cubierta de arena, y salpicado de piedras enormes, de paredes verticales y lisas, y formas cilíndricas, cónicas o directamente no definibles, en distintos tonos de naranja. En nuestra imaginación estos lugares sólo podían ser de cartonpiedra, y refugio de forajidos que acaban de robar un banco revolver en mano.
El circuito entre las dunas y las rocas, ha sido una buena oportunidad para comprobar que tenemos un buen coche. Aunque nos ha dado nuestro primer susto. Tras bajarnos a hacer unas fotos, no arrancaba...todo parecía apuntar a la batería (y con razón: puertas, maletero, enchufe, aire, música, navegador, marchas...). El taller más cercano podría estar a 200 millas, y el garaje de Hertz, en Las Vegas. Tras diez minutos de tensión, y al darnos cuenta que teníamos mal puesta la palanca de cambios, ha arrancado sin problemas. ¡En marcha!
Siguiente destino, Grand Canyon. Entre medias, 2 horas de carretera desértica a ambos lados y saturada de coches de alquiler, la mitad de los cuales son nuestro mismo modelo, y también de color blanco. Sorpresa a la entrada, hoy es gratis.
¿Cómo describir El Cañón? Quizá, lo más fácil sea comenzar por los datos. Ha sido labrado en el desierto durante milenios por un río caudaloso como es el Colorado, que cruza varios estados, formando otros cañones menores. El Gran Cañón tiene varios cientos de kilómetros de largo, 16 de anchura y más de uno de profundidad. Quizás los datos no os transmitan su tamaño lo bastante bien. Pensad en Madrid. Entero. Ese es el tamaño del agujero.
Llegamos a Seligman al atardecer, y encontramos un pueblo sepultado en recuerdos de la ruta. Detrás de un restaurante en el que anuncian "Cheeseburguer con cheese", están los protagonistas de Coches, observando la carretera mientras disfrutan de gasolina sin plomo por galones. A las 8 ha anochecido, y aún nos quedan más de 200 millas para llegar. Hoy no pararemos, llegaremos a Las Vegas a la hora que sea. Y la ciudad nos agradecerá el esfuerzo brillando en el desierto.
Nuestra primera parada, Monument Valley, un parque natural en el interior de una reserva de indios Navajos. El paisaje, lunar, es un desafío para la descripción. Una llanura casi desértica, que se pierde en el horizonte, cubierta de arena, y salpicado de piedras enormes, de paredes verticales y lisas, y formas cilíndricas, cónicas o directamente no definibles, en distintos tonos de naranja. En nuestra imaginación estos lugares sólo podían ser de cartonpiedra, y refugio de forajidos que acaban de robar un banco revolver en mano.
El circuito entre las dunas y las rocas, ha sido una buena oportunidad para comprobar que tenemos un buen coche. Aunque nos ha dado nuestro primer susto. Tras bajarnos a hacer unas fotos, no arrancaba...todo parecía apuntar a la batería (y con razón: puertas, maletero, enchufe, aire, música, navegador, marchas...). El taller más cercano podría estar a 200 millas, y el garaje de Hertz, en Las Vegas. Tras diez minutos de tensión, y al darnos cuenta que teníamos mal puesta la palanca de cambios, ha arrancado sin problemas. ¡En marcha!
Siguiente destino, Grand Canyon. Entre medias, 2 horas de carretera desértica a ambos lados y saturada de coches de alquiler, la mitad de los cuales son nuestro mismo modelo, y también de color blanco. Sorpresa a la entrada, hoy es gratis.
¿Cómo describir El Cañón? Quizá, lo más fácil sea comenzar por los datos. Ha sido labrado en el desierto durante milenios por un río caudaloso como es el Colorado, que cruza varios estados, formando otros cañones menores. El Gran Cañón tiene varios cientos de kilómetros de largo, 16 de anchura y más de uno de profundidad. Quizás los datos no os transmitan su tamaño lo bastante bien. Pensad en Madrid. Entero. Ese es el tamaño del agujero.
Su recorrido está salpicado de miradores, en los que las barandillas son un accidente, y en gran parte el borde está al natural. Al acercarse a las rocas que lo bordean, es difícil sentir no sentir una mezcla de vértigo y admiración. El límite opuesto se borra en la lejanía, y en su interior se ven grandes cañones que se entrecruzan formando un paisaje que hipnotiza. Inicialmente no es fácil hacerse idea de la profundidad ni del tamaño, ante la ausencia de referencias tanto en el entorno como en la memoria. Tras permanecer un rato que ronda los veinte minutos mirando, nos empezamos a hacer idea de la magnitud. Realmente es más de lo que nos pudieran haber contado, y de lo que nuestras cabezas pudieron imaginar. Ni las fotos reflejan la realidad, ni nos sentimos capaces de transmitiros con palabras el estado que produce contemplarla, así que haremos una excepción: no entraremos en detalles, y nos conformaremos con preguntaros....¿dónde está el cañón en esta foto?
Había muchas cosas que ver hoy, y muchos kilómetros como para detenernos. Cuando hemos parado a comer, ya no era hora ni en Colorado ni en Nevada (de Arizona no hablamos, porque aún no se han puesto de acuerdo para escoger su huso). A las 18, ó a las 17, hemos pedido un menú en nuestro primer McDonald (parece mentira).
Nos quedaba aún más de la mitad del día por recorrer, porque queremos bajar hasta Seligman para recuperar la Ruta 66 hasta Las Vegas. A veces uno quiere hacer más cosas de las que físicamente son posibles, pero hoy jugamos con ventaja: tenemos un día de 25 horas. Y vamos hacia una ciudad que duerme a partir de las 9 de la mañana.Llegamos a Seligman al atardecer, y encontramos un pueblo sepultado en recuerdos de la ruta. Detrás de un restaurante en el que anuncian "Cheeseburguer con cheese", están los protagonistas de Coches, observando la carretera mientras disfrutan de gasolina sin plomo por galones. A las 8 ha anochecido, y aún nos quedan más de 200 millas para llegar. Hoy no pararemos, llegaremos a Las Vegas a la hora que sea. Y la ciudad nos agradecerá el esfuerzo brillando en el desierto.
viernes, 13 de agosto de 2010
Welcome to the far far West!
Finalmente hicimos noche en Montrose. Con nuestra habitual suerte con las ciudades pequeñas, nos encontramos con un pueblo de rancheros que durante el verano hace fiestas en la calle todos los jueves...música country, mercadillos, hot dog + coke por 10 centavos, y nuestra ya habitual conversación con los autóctonos.
De vuelta en la ciudad, y siguiendo con nuestra suerte local, los viernes hay mercado de los granjeros locales. Hemos comido verduras a la plancha, mientras un guitarrista nos tocaba Simon and Garfunkel, y Destro buscaba fijaciones para su tabla de snow. No las ha encontrado, pero tenemos la dirección de una tienda en San Francisco. Aquí los hombres visten sombrero de ala ancha, de cuero o de paja, y Fer no ha podido resistir a la tentación de hacerse con uno de ellos...en el coche ya tenemos un vaquero y un hincha de los Yanquees...¿quién será el siguiente?
Seguimos por carretera hasta Cortez, entre pinares de una densidad y extensión que hipnotiza. Junto a la carretera corre un río. Por el camino hemos encontrado ranchos y pequeños pueblos que parecen sacados de una película de vaqueros. Incluso una señal nos indica que tengamos cuidado con los cow-boys a caballo. Poco a poco dejamos atrás las Montañas Rocosas, y nos acercamos a las llanuras.
A media tarde hemos llegado a Mesa Verde. Una gran meseta, muy elevada sobre el resto de la llanura, sobre la que habitaron hasta hace un milenio los indios Anasazi. Una civilización enigmática que desarrolló una gran cultura durante siglos, y cuando llegó a su esplendor, construyendo edificios de hasta cuatro plantas, desapareció sin dejar huella. Nadie supo nada de ellos hasta que unos rancheros encontraron las ruinas hace un siglo. Las construcciones son muy curiosas, edificios de ladrillo enterrados en la roca, y salas ceremoniales enterradas en el suelo. Desde la meseta se ven espectaculares vistas de la llanura, cubierta por árboles dispersos y rocas enormes. El sombrero de piticli está siendo un elemento clave en las fotos.
De vuelta a la carretera toca reajustar planes. Hoy nos queda por ver Monument Valley antes de llegar mañana al Gran Cañón, pero son las 7 y nos quedan más de dos horas de viaje hasta allí. Mientras decidimos buscar alojamiento de camino, despertarnos amaneciendo, y ver todo mañana, el paisaje ha cambiado bruscamente. El desierto de Arizona está cerca. La altura se ha reducido a 1.500 metros y hace más calor aunque sea más tarde. No se ven casas, no se ven árboles, no se ve nada excepto desierto, grandes mesetas, y algo de hierba seca. Las rectas se pierden en el horizonte, y somos el único coche durante al menos media hora. Fuimos previsores, y tenemos el depósito lleno. Atardece en el desierto cuando nos queda al menos una hora de trayecto. Quizá hoy dormiremos en un motel en el primer piso de un saloon, en un pueblo con arena en las calles y arbustos rodando sobre ellas.
En esta ocasión fue un mexicano el que el dio feeling a Fran, que llevaba 5 años trabajando aquí, y que nos abrió los ojos sobre la calidad de vida en América. "Esto es el imperio, como fue Roma, Turquía o España", nos dijo, "aquí todo es barato porque van al resto del mundo y lo cogen. Al que no le gusta, se lo chingan". Además de eso, nos contó cómo estaba ahorrando en cinco años suficiente dinero como para vivir el resto de su vida en Mexico, y nos recomendó una ciudad, Tilluride, que nos pillaba de camino, y donde no habíamos pensado parar.
El estilo de vida de la gente nos sorprende, y son muchas las situaciones que nos parecen sacadas de una película. Sin embargo, muchas de esas cosas son serias para ellos: marines, cow-boys, amish... Para evitar comentarios fuera de lugar, hemos decidido sustituir todas esas palabras por "piticli". En ocasiones no funciona del todo, como cuando en Nappanee, Fran, al presentarnos a su amigo amish, dijo: "He is Curtis, el fue piticli". Curtis puso cara de gato encerrado...Bueno, pues en Montrose hemos visto piticlis de tipo marine y de tipo cow-boy, conversando juntos con una cerveza, mientras escuchábamos una jam sesión de country.
Hemos decidido abandonar las orientaciones de las guías y seguir las de los habitantes con los que hablamos. De esta manera, hemos conseguido huir de los circuitos saturados, y encontrar otros sitios bonitos, en los que todos los turistas que vemos son americanos. Siguiendo esta regla hicimos caso a Jesús, nuestro compadre mexicano, y paramos en Telluride. Es una pequeña ciudad al pie de las Rocosas, con encanto y sabor Far West, muy turística en invierno por sus pistas de esquí, y que ahora se mantiene relativamente viva por sus paisajes y el mountain bike. Se puede subir gratis al telesilla, que te sube hasta 3.200 m, y desde donde se pueden ver varios cuatromiles, y un valle espectacular. Un cartel explica cómo el paisaje se forjó a lo largo de millones de años por corrimientos tectónicos, volcanes, y por último un gran glaciar hace sólo 40.000 años. Parece increíble que las Rocosas hayan estado alguna vez sumergidas en el océano.De vuelta en la ciudad, y siguiendo con nuestra suerte local, los viernes hay mercado de los granjeros locales. Hemos comido verduras a la plancha, mientras un guitarrista nos tocaba Simon and Garfunkel, y Destro buscaba fijaciones para su tabla de snow. No las ha encontrado, pero tenemos la dirección de una tienda en San Francisco. Aquí los hombres visten sombrero de ala ancha, de cuero o de paja, y Fer no ha podido resistir a la tentación de hacerse con uno de ellos...en el coche ya tenemos un vaquero y un hincha de los Yanquees...¿quién será el siguiente?
Seguimos por carretera hasta Cortez, entre pinares de una densidad y extensión que hipnotiza. Junto a la carretera corre un río. Por el camino hemos encontrado ranchos y pequeños pueblos que parecen sacados de una película de vaqueros. Incluso una señal nos indica que tengamos cuidado con los cow-boys a caballo. Poco a poco dejamos atrás las Montañas Rocosas, y nos acercamos a las llanuras.
A media tarde hemos llegado a Mesa Verde. Una gran meseta, muy elevada sobre el resto de la llanura, sobre la que habitaron hasta hace un milenio los indios Anasazi. Una civilización enigmática que desarrolló una gran cultura durante siglos, y cuando llegó a su esplendor, construyendo edificios de hasta cuatro plantas, desapareció sin dejar huella. Nadie supo nada de ellos hasta que unos rancheros encontraron las ruinas hace un siglo. Las construcciones son muy curiosas, edificios de ladrillo enterrados en la roca, y salas ceremoniales enterradas en el suelo. Desde la meseta se ven espectaculares vistas de la llanura, cubierta por árboles dispersos y rocas enormes. El sombrero de piticli está siendo un elemento clave en las fotos.
De vuelta a la carretera toca reajustar planes. Hoy nos queda por ver Monument Valley antes de llegar mañana al Gran Cañón, pero son las 7 y nos quedan más de dos horas de viaje hasta allí. Mientras decidimos buscar alojamiento de camino, despertarnos amaneciendo, y ver todo mañana, el paisaje ha cambiado bruscamente. El desierto de Arizona está cerca. La altura se ha reducido a 1.500 metros y hace más calor aunque sea más tarde. No se ven casas, no se ven árboles, no se ve nada excepto desierto, grandes mesetas, y algo de hierba seca. Las rectas se pierden en el horizonte, y somos el único coche durante al menos media hora. Fuimos previsores, y tenemos el depósito lleno. Atardece en el desierto cuando nos queda al menos una hora de trayecto. Quizá hoy dormiremos en un motel en el primer piso de un saloon, en un pueblo con arena en las calles y arbustos rodando sobre ellas.
jueves, 12 de agosto de 2010
Montañas y pinares...
La naturaleza ha decidido poner a prueba nuestra capacidad para sorprendernos. Hemos decidió coger la ruta entre Colorado Springs y Montrose para cruzar las Rocosas. Cuando, tras casi cinco horas de coche estamos a punto de llegar, es difícil recordar y describir todo lo que hemos visto sin recurrir a la cámara fotográfica.
Casi no podemos parar, porque deberíamos llegar al menos hasta Montrose (idealmente hasta Durango) antes de que anochezca. Pero cada pausa la hemos aprovechado. En una de ellas, un gran ave rapaz, probablemente un halcón, nos ha sobrevolado casi a ras de suelo antes de perderse en la montaña.
Es difícil contar mucho más con palabras. Ved las fotos, o venid aquí. Las Montañas Rocosas nos han hecho sentirnos pequeños, quizás sea esta la razón del tamaño de los coches americanos, un intento de estar a la altura. No sabemos qué nos aguarda mañana en Mesa Verde y Monument Valley, pero esta tierra ya nos ha enamorado.
The Garden of the Gods, el jardín de los dioses, es un conjunto de grandes rocas, de un fuerte color rojo, que por el efecto de la erosión muestra curiosas formas, algunas de gran tamaño. Para los aficionados, hemos visto muchos escaladores en la zona, así que lo podéis apuntar en vuestros posibles destinos. La visita ha sido rápida, porque nos ha sorprendido una tormenta.
A partir de aquí, ante nuestros ojos y por la ventanilla, se han sucedido pinares interminables, paredes imposibles, lagos, praderas que llegan a perderse en el horizonte, ríos en mitad de un prado, o perdido en las profundidades de un cañón. Durante kilómetros no hay pueblos, sólo casas de madera solitarias, o ranchos tal y como los imaginábamos. Hemos cambiado el aire acondicionado por el aire de la carretera, y el coche huele a pino. La densidad, y lo interminable de la vegetación, nos hace dudar de que nos encontremos a más de 3.000 metros, pero es lo que pone en la guía Michelín. Una sucesión de valles enormes y picos cubiertos de vegetación se suceden detrás de cada curva. Destro aporta que también es un sitio único para los aficionados a las bicis.Casi no podemos parar, porque deberíamos llegar al menos hasta Montrose (idealmente hasta Durango) antes de que anochezca. Pero cada pausa la hemos aprovechado. En una de ellas, un gran ave rapaz, probablemente un halcón, nos ha sobrevolado casi a ras de suelo antes de perderse en la montaña.
Es difícil contar mucho más con palabras. Ved las fotos, o venid aquí. Las Montañas Rocosas nos han hecho sentirnos pequeños, quizás sea esta la razón del tamaño de los coches americanos, un intento de estar a la altura. No sabemos qué nos aguarda mañana en Mesa Verde y Monument Valley, pero esta tierra ya nos ha enamorado.
Denver, un comienzo original.
Nuestro vuelo llegó con una hora de retraso a Denver, así que no pudimos aprovechar la que nos regaló el cambio de franja horaria. En el aeropuerto nos encontramos con dos gallegas que venían a trabajar 2 años a la ciudad, y que no encontraban a la persona que debía estar allí para recogerlas. Así que les ofrecimos nuestro hostal, y llevarlas si el coche era lo bastante grande...que vaya si lo era. Hemos alquilado un Chrysler que parece un autobús. Un auténtico coche americano, con puertas automáticas, sitios para poner bebidas y comidas, asientos enormes y espacio de sobra.
Nuestro nuevo hostal se merece una mención, porque parece sacado de una película de miedo. Un edificio antiguo, cubierto por delante de enredaderas y con una puerta blanca de madera que no encaja bien en el marco, está regentado por un americano delgado, alto, de edad incalculable, un ojo bizco, y dedos temblorosos con aspecto de patas de araña. El interior no es más agradable, y el baño digno de recordar. Un pequeño lavabo, con la cerámica resquebrajada y un grifo de la posguerra, comparte espacio con una ducha en la que es imposible girarse. El olor en general, es difícil de definir, entre pies sucios, humedad y polvo, pero atraía a los insectos.
Sin lugar a dudas, lo más creativo son los carteles. En el cuarto de las chicas, se puede leer sobre el fregadero, que si no lavas los cacharros que usas, Alex (que debe ser el de antes) "broke your knees". Junto a un cartel de prohibido beber alcohol, los superhéroes de Marvel nos dicen "the heroes don't use alcohol or drugs". Pero el mejor, sin dudarlo, se podía traducir por "aquellos que llevan rayos de sol a la vida de los demás, no podrán mantenerlos para las suyas". No tenemos nada que aportar..
Como buena ciudad universitaria, seguía viva, y pudimos cenar junto con nuestras nuevas amigas, dos maestras que vienen a dar clases de castellano, y conocer el país. Nos pusieron, para acompañar la conversación, la comida más grasienta que hemos probado desde que llegamos a América. ¡Os deseamos mucha suerte, Sabela y Laura!
Hemos madrugado un poco más que de costumbre (sin abusar, que estamos de vacaciones), porque tenemos muchos kilómetros por delante. Bueno, Fran, al que le ha despertado su compañera de litera, se ha paseado por Denver a las 6 de la mañana, y según nos cuenta, a esas horas está lleno de vagabundos.
En el trayecto hasta Colorado Springs nos ha dado tiempo a descubrir nuevos accesorios de nuestro coche, como 8-10 guanteras, perchas, un enchufe, controles de aire acondicionado por pasajero, una linterna en el maletero, reposabrazos y asientos abatibles. Junto al copiloto hay un sitio perfecto para nuestro amigo Abraham.
Colorado Springs es una pequeña ciudad rodeada por montañas, con un aspecto tranquilo, y habitable. Según hemos leído, reúne algunas cosas dignas de mención. Sus habitantes son muy religiosos, y parece que hasta hace poco repartían una Biblia con el periódico de los domingos. La compra de armas aquí es legal, y sus habitantes son defensores de su derecho a poseerlas. Por este espíritu militar, o por su localización privilegiada, están situados aquí una base del ejército del aire, la sede de control militar del espacio aéreo de todo USA y Canadá, y el centro de mando al que se desplazaría el presidente si hubiera una guerra nuclear. Toma ya. Hemos visto marines, pero hemos decidido no hacernos fotos con ellos. El resto de habitantes que hemos visto, en su mayoría altos, rubios, y con aspecto de ex-militares, nos parecían todos agentes de la CIA. Hemos desayunado rápido y hemos salido de la ciudad, por si acaso, y nos hemos aventurado por fin en las Montañas Rocosas.
Adiós costa este. Colorado, allá vamos.
Nuestra ruta continua hacia Springfield entre maizales. Es difícil mantener la antigua ruta, porque debe de haber varias. Probablemente todos los pueblos de la zona desean que un camino de turistas pase por su interior, y se desdobla continuamente. No sabemos muy bien las veces que perdimos la ruta, pero íbamos con tiempo.
Finalmente, llegamos a Springfield. Nos recibió un calor plomizo, y unas calles desiertas. La situación no era muy propicia para el turismo, así que nos centramos en la plaza del Parlamento, y las calles aledañas. Confirmamos lo que hemos leído: que han perdido la cabeza por Abraham Lincoln. Trabajó en Correos allí durante 25 años antes de ser presidente. Puedes hacerte fotos en su oficina, en la mesa que usó para redactar el discurso presidencial, y comprar múltiple merchandaising con su cara. Absorbidos por tal culto a su persona, no hemos podido dejar de adoptar un pequeño Abraham como 6º acompañante, al que podréis comenzar a ver en nuestras fotos. No deja de ser inquietante su parecido con Fran...
Encontramos a nuestro segundo grupo de españoles, una familia de Santander que viene cada año. Ayer nos encontramos con 5 chicos de Móstoles que iban en coche de NY a San Francisco, a través de la Ruta 66 y tenían un blog. Vamos, que nos han copiado, aunque aún no sabemos cómo. Desde aquí un saludo para www.ruta66.tk.
Desde Springfield la ruta continua por pequeños pueblos hasta St. Louis. En el camino encontramos otra tienda de reliquias de la ruta en una antigua gasolinera con coches viejos clavados en el suelo. Parece que cerca de Kansas hay otro lugar similar, pero por aquella no pasaremos. El dueño, un hombre muy simpático, nos mandó a comer a un restaurante de carretera decorado con matrículas de coche y recuerdos de la ruta, y con unas ensaladas bastante sabrosas. Poco a poco vamos notando que nos dirigimos al sur. Los paisajes son cada vez menos frondosos, y el calor más intenso.
Hemos añadido un enlace con fotos al blog, para que podáis ver lo que os contamos, y disfrutar desde casa estos paisajes, a veces difíciles de describir. Seguiremos redactando diariamente el blog, pero no sabemos realmente de la disponibilidad de wi-fi en mitad de la naturaleza que nos espera. No os extrañe que no encontréis post algún día y al siguiente haya varios seguidos. Habrá uno diario porque teclado sí que tenemos.
Finalmente, llegamos a Springfield. Nos recibió un calor plomizo, y unas calles desiertas. La situación no era muy propicia para el turismo, así que nos centramos en la plaza del Parlamento, y las calles aledañas. Confirmamos lo que hemos leído: que han perdido la cabeza por Abraham Lincoln. Trabajó en Correos allí durante 25 años antes de ser presidente. Puedes hacerte fotos en su oficina, en la mesa que usó para redactar el discurso presidencial, y comprar múltiple merchandaising con su cara. Absorbidos por tal culto a su persona, no hemos podido dejar de adoptar un pequeño Abraham como 6º acompañante, al que podréis comenzar a ver en nuestras fotos. No deja de ser inquietante su parecido con Fran...
Encontramos a nuestro segundo grupo de españoles, una familia de Santander que viene cada año. Ayer nos encontramos con 5 chicos de Móstoles que iban en coche de NY a San Francisco, a través de la Ruta 66 y tenían un blog. Vamos, que nos han copiado, aunque aún no sabemos cómo. Desde aquí un saludo para www.ruta66.tk.
Desde Springfield la ruta continua por pequeños pueblos hasta St. Louis. En el camino encontramos otra tienda de reliquias de la ruta en una antigua gasolinera con coches viejos clavados en el suelo. Parece que cerca de Kansas hay otro lugar similar, pero por aquella no pasaremos. El dueño, un hombre muy simpático, nos mandó a comer a un restaurante de carretera decorado con matrículas de coche y recuerdos de la ruta, y con unas ensaladas bastante sabrosas. Poco a poco vamos notando que nos dirigimos al sur. Los paisajes son cada vez menos frondosos, y el calor más intenso.
Lo mejor del día, como ayer, vino por la noche. ¿Recordáis el hotel? Imaginad ahira que dividís el precio por la mitad, y le añadís jacuzzi y minigolf. Como única pista diré que lo que pagamos en euros, por los cinco, es un valor de dos cifras. Tras una sesión de gimnasio, de quizás 10 minutos, y otra de piscina de hora y media, nos fuimos a buscar una bolera para cerrar una estupenda jornada americana. Javier, contagiado del espíritu americano, nos dio una buena paliza, y estuvo a un paso de hacer 150 puntos.
Nuestra etapa acababa en St Louis. Una gran ciudad, a la entrada de Missouri, el 6º estado que pisamos. Conocida en América por ser el paso entre el este y el oeste, no podríamos haber elegido un mejor lugar para nuestro vuelo hacia el Far West. El Gateway Arch es un arco de acero de 192 metros de alto, que simboliza este paso. En su interior tiene unos huevos-ascensor, que parecen sacados de una película del espacio, que te llevan a un mirador a lo alto. desde sus ventanas pudimos observar el este, de donde veníamos, con el río Missisipi a nuestros pies, y el oeste al que nos dirigimos, en forma de ciudad en mitad de la llanura. Javier ha decidido contar los estados por gorras de béisbol, y ya acumula tres diferentes. En el fondo es lógico: no es bueno entrar en una ciudad con la gorra del equipo rival...
Esta "pausa" en el camino, nos ha hecho hacer repaso de lo vivido hasta ahora. Concluimos esta primera mitad del viaje, plagada de grandes ciudades y carreteras entre pueblos. En unas horas el paisaje cambiará por completo: nos esperan las Rocosas, Monument Valley y su reserva India, el gran Cañón y Yosemite. Y entre ellos, Las Vegas, San Francisco, y quizás más de un pueblo del auténtico Western. Mientras escribimos este post, no sabemos qué hora es. Estamos en el avión, viendo atardecer por la ventanilla; sabemos que en algún momento pasaremos la frontera de Kansas con Colorado, y en ese justo momento, será una hora antes.Hemos añadido un enlace con fotos al blog, para que podáis ver lo que os contamos, y disfrutar desde casa estos paisajes, a veces difíciles de describir. Seguiremos redactando diariamente el blog, pero no sabemos realmente de la disponibilidad de wi-fi en mitad de la naturaleza que nos espera. No os extrañe que no encontréis post algún día y al siguiente haya varios seguidos. Habrá uno diario porque teclado sí que tenemos.
martes, 10 de agosto de 2010
Ruta 66: más nostalgia que aventura
Estamos ya en plena Ruta 66, the Mother Road. Su recorrido se fue trazando de manera espontánea a principios de siglo, uniendo carreteras comarcales y caminos previos, con otras más importantes. Su misión, unir de costa a costa el país, de Chicago a Los Angeles. Tal recorrido, cruzando 8 estados y desiertos infinitos en los que pequeños moteles y restaurantes de carretera se distribuían cada muchas millas, con el fin de abastecer a dos tipos de personas: los que iban para Chicago, y los que lo hacían hacia Los Angeles. Durante los años 30-60, la ruta se consolidó, se hizo famosa y se convirtió en un símbolo de aventura y de independencia, especialmente a través de las películas.
Pero la vida moderna y el dinero pueden con todos los símbolos, y la ruta entre Chicago y Los Angeles no podía seguir siendo un conjunto de caminos medio asfaltados, y en mal estado. La gran parte del recorrido ha sido sustituido por grandes autovías, entre las que destaca la I-55. Para los nostálgicos, los turistas, y los españoles, han mantenido pedazos del trayecto original, señalizados por carteles, y que son bastante difíciles de seguir.
Para salir de Chicago por la susodicha ruta, y no llegar hasta Springfield, capital de Illinois, por la autovía, dimos unos cuantos rodeos buscando el camino. Pero por fin nos pusimos en ruta. Viejos restaurantes de carretera señalizados por muñecos gigantes de cartonpiedra, como un astronauta o un cow-boy con un perrito, nos indicaban dónde parar. Caminos de tierra entre maizales recorren pequeños pueblos americanos, al estilo de los Simpson, con jardines perfectamente cuidados, porches de madera con balancines, buzones alineados, y garajes con 2 y 3 coches. Sólo nos falta una cosa: saber de qué vive esta gente, porque hemos visto pocas fábricas u oficinas. Parte de los tramos circulan paralelos a la autovía I-55; es curioso ver cómo otros coches siguen el mismo recorrido que tú, más rápido, por un asfalto mejor, con el mismo destino...¡pero nuestro camino es el auténtico! (No haremos más reflexiones sobre el tema, o acabaremos pillando la autovía...).
Lo mejor del camino es la gente que uno se encuentra y con la que habla. En general, auténticos fanáticos de la ruta, que viven de espaldas a la autovía, y que le han dedicado su vida. Justo, lo que estáis pensando, un poco colgaos, pero entrañables. Paramos en Pontiac en un museo gratuito de la ruta, en el que un tío que la había recorrido cientos de veces, y tenía su record personal en 8 días (un total de 4.500 millas, que son como unos 8.000 Km por carreteras comarcales), exponía fotos y vendía su libro. Más adelante, en un sitio sin nombre en el mapa, otro individuo tenía una tienda de "antigüedades" en las que vendía todo tipo de objetos curiosos, relacionados o no con la ruta. Finalmente nos llevamos un llavero-costurero para las llaves del coche, que podía pertenecer a una abuela de los años 50.
En Springfield buscamos sitio para dormir, y sólo podemos decir una cosa...¡gracias, América! Encontramos un motel de carretera cochambroso, con una pinta horrenda, y regentado por dos tipos de película del oeste...eso sí baratísimo. Lástima que un coche que venía justo delante de nosotros, nos quitó la última habitación. Un poco más adelante encontramos un hotel con buena pinta, que probablemente escapase a nuestro presupuesto, pero no se pierde nada por preguntar. Y aquí estamos. No os voy a decir cuánto hemos pagado, por no dar más envidia, pero hemos decidido tomarnos una merecida jornada de descanso, en este lugar con piscina, gimnasio, aire acondicionado, moqueta en la habitación, wi-fi y desayuno continental. A las 12:00 am es el check out, así que a las 11:59 saldremos para Springfield, donde podremos ver, según un folleto, la vida de Abrahan Lincoln en vivo. Objetivo esta noche: Sant Louis, la ciudad de los bolos, y Miles Davis.
Nos alegra mucho a todos leer vuestros comentarios, y que os guste el blog. Es un estímulo para mantenerlo actualizado, más cuando hay tantas cosas que hacer, y tan difícil encontrar wi-fi gratuito. Nos acordamos mucho de todos, ¡pero esto nos mantiene en contacto!
Pero la vida moderna y el dinero pueden con todos los símbolos, y la ruta entre Chicago y Los Angeles no podía seguir siendo un conjunto de caminos medio asfaltados, y en mal estado. La gran parte del recorrido ha sido sustituido por grandes autovías, entre las que destaca la I-55. Para los nostálgicos, los turistas, y los españoles, han mantenido pedazos del trayecto original, señalizados por carteles, y que son bastante difíciles de seguir.
Para salir de Chicago por la susodicha ruta, y no llegar hasta Springfield, capital de Illinois, por la autovía, dimos unos cuantos rodeos buscando el camino. Pero por fin nos pusimos en ruta. Viejos restaurantes de carretera señalizados por muñecos gigantes de cartonpiedra, como un astronauta o un cow-boy con un perrito, nos indicaban dónde parar. Caminos de tierra entre maizales recorren pequeños pueblos americanos, al estilo de los Simpson, con jardines perfectamente cuidados, porches de madera con balancines, buzones alineados, y garajes con 2 y 3 coches. Sólo nos falta una cosa: saber de qué vive esta gente, porque hemos visto pocas fábricas u oficinas. Parte de los tramos circulan paralelos a la autovía I-55; es curioso ver cómo otros coches siguen el mismo recorrido que tú, más rápido, por un asfalto mejor, con el mismo destino...¡pero nuestro camino es el auténtico! (No haremos más reflexiones sobre el tema, o acabaremos pillando la autovía...).
Lo mejor del camino es la gente que uno se encuentra y con la que habla. En general, auténticos fanáticos de la ruta, que viven de espaldas a la autovía, y que le han dedicado su vida. Justo, lo que estáis pensando, un poco colgaos, pero entrañables. Paramos en Pontiac en un museo gratuito de la ruta, en el que un tío que la había recorrido cientos de veces, y tenía su record personal en 8 días (un total de 4.500 millas, que son como unos 8.000 Km por carreteras comarcales), exponía fotos y vendía su libro. Más adelante, en un sitio sin nombre en el mapa, otro individuo tenía una tienda de "antigüedades" en las que vendía todo tipo de objetos curiosos, relacionados o no con la ruta. Finalmente nos llevamos un llavero-costurero para las llaves del coche, que podía pertenecer a una abuela de los años 50.
En Springfield buscamos sitio para dormir, y sólo podemos decir una cosa...¡gracias, América! Encontramos un motel de carretera cochambroso, con una pinta horrenda, y regentado por dos tipos de película del oeste...eso sí baratísimo. Lástima que un coche que venía justo delante de nosotros, nos quitó la última habitación. Un poco más adelante encontramos un hotel con buena pinta, que probablemente escapase a nuestro presupuesto, pero no se pierde nada por preguntar. Y aquí estamos. No os voy a decir cuánto hemos pagado, por no dar más envidia, pero hemos decidido tomarnos una merecida jornada de descanso, en este lugar con piscina, gimnasio, aire acondicionado, moqueta en la habitación, wi-fi y desayuno continental. A las 12:00 am es el check out, así que a las 11:59 saldremos para Springfield, donde podremos ver, según un folleto, la vida de Abrahan Lincoln en vivo. Objetivo esta noche: Sant Louis, la ciudad de los bolos, y Miles Davis.
Nos alegra mucho a todos leer vuestros comentarios, y que os guste el blog. Es un estímulo para mantenerlo actualizado, más cuando hay tantas cosas que hacer, y tan difícil encontrar wi-fi gratuito. Nos acordamos mucho de todos, ¡pero esto nos mantiene en contacto!
lunes, 9 de agosto de 2010
Chicago nos devuelve las fuerzas
No llegamos a Chicago con el mejor de los ánimos. Tres jornadas para ver todo New York, más de 1.000 millas en 3 días, una noche hasta la madrugada en una taberna con los amish...el cansancio comenzaba a hacer mella en nuestra curiosidad. Comimos algo (aprox 3.000 calorías/persona), dejamos nuestras maletas en el albergue y nos fuimos a recorrer el centro de Chicago, con ganas de siesta.
Nos encontramos nuevamente paseando entre altos rascacielos, en una especie de rodeado por vías de tren elevadas en lugar de agua, y construido 50 años antes. La ciudad nos transmitía buenas sensaciones, rodeados de teatros, imitaciones de Taj Mahal o el Partenon en las fachadas, o grandes esculturas de Picasso o Miró tras cada esquina.
Lo más impactante se encuentra en un parque junto al lago Michigan. Una gran alubia de metal ofrece un curioso reflejo del skiline de la ciudad. No sabemos muy bien si nos gustó o nos divirtió, pero comenzamos a reanimarnos. Meterse debajo y andar mirando el reflejo marea un poco. Algo más abajo hay dos grandes cubos, cubiertos por pantallas en las que aparecen enormes rostros, y de las que cae agua. A sus pies, los niños se bañan y los turistas, como nosotros, se refrescan los pies. Casualidades veraniegas, todos los habitantes de Chicago (¿chicagones?) estaban fuera de la ciudad en un festival en las afueras del parque, escuchando a Lady Gaga.
El anochecer nos pilló en el parque. Ahí comenzamos a descubrir que Chicago es una ciudad que vive para la noche, y que no nos podíamos ir a dormir tan pronto. La iluminación de los edificios, mucho mejor que en NY, devuelve las energías. La Lonely Planet por fin, tras 7 días de viaje, demostró utilidad, porque nos llevó a cenar un perrito a Billy Goat, un garito subterráneo a los pies de las oficinas del Herald Tribune, realmente auténtico.
Un negro enorme nos sirvió una enorme cerveza al gusto local. Un garito oscuro, decorado con recortes de periódico, fotos de grandes personalidades dedicadas, y mesas a cuadros rojos y blancos. En el interior, turistas y probablemente periodistas ocupan las mesas. Entre consumición y consumición, los camareros hablan entre ellos sin hacernos mucho caso, y suena buena música.
A la puerta, y de camino al metro, el jazz se cruzó en nuestro camino, en forma de concierto en vivo. En dos horas nos dio tiempo a ver a un grupo de verdad, y una jazz sesion. Para los pocos expertos como nosotros (Fran nos documentó), es un concierto no preparado, en el que la gente que quiere tocar, se trae su trompeta o su guitarra de casa y pide turno para subir al escenario. Es un espectáculo ver como desde un chaval de unos 12 años a un tío de unos 70, se entienden con sus instrumentos, sin partitura y sin conocerse.
Por la mañana día de compras. Tenemos lo que nos faltaba: unas zapatillas Nike con un chip para conectarlas a nuestro iPod. Difícil ser ya más americanos.
Por cierto, es más difícil encontrar wi-fi gratis en Chicago que en un pueblo amish...
Nos encontramos nuevamente paseando entre altos rascacielos, en una especie de rodeado por vías de tren elevadas en lugar de agua, y construido 50 años antes. La ciudad nos transmitía buenas sensaciones, rodeados de teatros, imitaciones de Taj Mahal o el Partenon en las fachadas, o grandes esculturas de Picasso o Miró tras cada esquina.
Lo más impactante se encuentra en un parque junto al lago Michigan. Una gran alubia de metal ofrece un curioso reflejo del skiline de la ciudad. No sabemos muy bien si nos gustó o nos divirtió, pero comenzamos a reanimarnos. Meterse debajo y andar mirando el reflejo marea un poco. Algo más abajo hay dos grandes cubos, cubiertos por pantallas en las que aparecen enormes rostros, y de las que cae agua. A sus pies, los niños se bañan y los turistas, como nosotros, se refrescan los pies. Casualidades veraniegas, todos los habitantes de Chicago (¿chicagones?) estaban fuera de la ciudad en un festival en las afueras del parque, escuchando a Lady Gaga.
Jazz Sesion en Andy´s Jazz Chicago |
Un negro enorme nos sirvió una enorme cerveza al gusto local. Un garito oscuro, decorado con recortes de periódico, fotos de grandes personalidades dedicadas, y mesas a cuadros rojos y blancos. En el interior, turistas y probablemente periodistas ocupan las mesas. Entre consumición y consumición, los camareros hablan entre ellos sin hacernos mucho caso, y suena buena música.
A la puerta, y de camino al metro, el jazz se cruzó en nuestro camino, en forma de concierto en vivo. En dos horas nos dio tiempo a ver a un grupo de verdad, y una jazz sesion. Para los pocos expertos como nosotros (Fran nos documentó), es un concierto no preparado, en el que la gente que quiere tocar, se trae su trompeta o su guitarra de casa y pide turno para subir al escenario. Es un espectáculo ver como desde un chaval de unos 12 años a un tío de unos 70, se entienden con sus instrumentos, sin partitura y sin conocerse.
Por la mañana día de compras. Tenemos lo que nos faltaba: unas zapatillas Nike con un chip para conectarlas a nuestro iPod. Difícil ser ya más americanos.
Por cierto, es más difícil encontrar wi-fi gratis en Chicago que en un pueblo amish...
Nuestro día entre los amish
La State Road 6 nos tenía una sorpresa preparada, que no figuraba en nuestro planes de viaje. Cuando nos acercábamos a Kapanee, la ciudad en la que teníamos previsto buscar un motel, a un par de horas de Chicago, nos encontramos adelantando una carreta tirada por caballos. Pero antes de que pudiéramos sorprendernos o entender algo, nos cruzamos con una señora montando en bici con cofia y una falda negra hasta los pies, y una especie de carrera de carretas...¿dónde están nuestros amigos los moteros?
¡Estábamos en medio de un pueblo amish! En la tarde y la mañana que hemos pasado aquí hemos tenido mil y una oportunidad para sumergirnos en su cultura, y saber por qué viven así. Teníamos que aparecer en una ciudad perdida...sin turistas...sin carreteras principales que lleguen hasta allí...¡en mitad de la feria local amish!
Por la noche acudimos a una taberna a probar la cerveza local. Descubrimos, entre otras cosas, la suerte que tenemos de haber nacido en Europa, el continente de la cerveza que sabe a algo. Sin embargo, subir, suben todas igual y en pleno momento de exaltación de la amistad, entablamos conversación con un ex-amish y su mujer, ex-amish también...durante las siguientes 2 horas. Probablemente debimos ser la mejor atracción que pasa por allí en años, porque acabaron dedicándonos un. Billete de 20 $, dánldonos su Facebook, y faltó poco para que acabásemos alojados en su casa, desayunando comida amish y casados con sus hijas (y eso último no es una exageración literaria).
Por la mañana hemos desayunado hasta casi reventar unas tortitas con sirope y huevos, y luego hemos acudido a la feria amish. No hemos visto muchos, porque debía ser la hora de ir a misa, pero nos conformamos con escuchar un concierto country sentados en balas de heno, y ver al auténtico Dr. Barth, que tras un número de magia y de ventrílocua, nos vendía el "autentic health tónica" por un dólar. Nos faltaba sólo coger el coche y pasearnos entre sus granjas, y ver a los niños amish vestidos con tirantes y traje salir de misa.
Basta de historias, porque estamos entrando en Chicago. Acabamos de pagar el peaje del puente, y se ve a lo lejos el centro plagado de rascacielos. Hoy será un día largo, en concreto de 25 horas. Hoy, a esta misma hora, hace una hora, estábamos entre los amish. ¡Viva Chicago!
Nuestros amigos de Knapanee, la ciudad amish |
Por la noche acudimos a una taberna a probar la cerveza local. Descubrimos, entre otras cosas, la suerte que tenemos de haber nacido en Europa, el continente de la cerveza que sabe a algo. Sin embargo, subir, suben todas igual y en pleno momento de exaltación de la amistad, entablamos conversación con un ex-amish y su mujer, ex-amish también...durante las siguientes 2 horas. Probablemente debimos ser la mejor atracción que pasa por allí en años, porque acabaron dedicándonos un. Billete de 20 $, dánldonos su Facebook, y faltó poco para que acabásemos alojados en su casa, desayunando comida amish y casados con sus hijas (y eso último no es una exageración literaria).
Por la mañana hemos desayunado hasta casi reventar unas tortitas con sirope y huevos, y luego hemos acudido a la feria amish. No hemos visto muchos, porque debía ser la hora de ir a misa, pero nos conformamos con escuchar un concierto country sentados en balas de heno, y ver al auténtico Dr. Barth, que tras un número de magia y de ventrílocua, nos vendía el "autentic health tónica" por un dólar. Nos faltaba sólo coger el coche y pasearnos entre sus granjas, y ver a los niños amish vestidos con tirantes y traje salir de misa.
Basta de historias, porque estamos entrando en Chicago. Acabamos de pagar el peaje del puente, y se ve a lo lejos el centro plagado de rascacielos. Hoy será un día largo, en concreto de 25 horas. Hoy, a esta misma hora, hace una hora, estábamos entre los amish. ¡Viva Chicago!
domingo, 8 de agosto de 2010
Cosas que te pueden ocurrir de camino a Chicago
1. Parar en un pueblo a comer, y encontrarte con un concurso de coches antiguos. Podéis vernos en la foto con el estupendo Mustang rojo con el que nos encantaría haber viajado.
2. Descubrir que los zumos y los helados en el Wal Mart se venden por galones. Y que tienen carritos especiales para que las personas de más de 150 kg puedan hacer la compra...¡sin andar!
3. Que te pare la policía americana...no les entendamos nada excepto Fran (menos mal), y nos dejen al resto dentro del coche ("go back, Sir"). Qué miedo, menos mal que nuestro delito fue sólo saltarnos un stop y un semáforo, y "no somos mexicanos".
2. Descubrir que los zumos y los helados en el Wal Mart se venden por galones. Y que tienen carritos especiales para que las personas de más de 150 kg puedan hacer la compra...¡sin andar!
3. Que te pare la policía americana...no les entendamos nada excepto Fran (menos mal), y nos dejen al resto dentro del coche ("go back, Sir"). Qué miedo, menos mal que nuestro delito fue sólo saltarnos un stop y un semáforo, y "no somos mexicanos".
sábado, 7 de agosto de 2010
Primera noche de coche...y aventura.
Queríamos aventura y vida americana, y a la primera oportunidad vino a buscarnos. Camino de Cleveland, pensamos que el mejor alojamiento disponible, especialmente por precio, era una casa de campo en las afueras. Un lugar muy bonito, a unos 35 km de la ciudad, en medio de un parque natural...si no fuera porque llevaba 2 años cerrado y una cinta en la entrada con la leyenda CAUTION...sin mas comentarios. Lonely Planet 0 - Ruta 66 1.
Para salir de este lugar que podía ser perfectamente el lugar de un crimen en un película de antena 3, tuvimos que seguir las indicaciones del que aparentaba ser un amigable americano de camping con su hijo, pero que estamos seguros de que era un asesino en serie. Fue algo digno de recordar la cara de Fran, cuando nos dijo "hablo un poco de español, hasta luego". ¿Nos habrá entendido?
Un guardia forestal que tenía una tienda de banderas americanas y otros elementos patrióticos, nos mando a un restaurante en el que nos hinchamos a costillas a la parrilla, y un brownie, que será difícil de superar. En el trayecto, nos cruzamos con una gasolinera con surtidores de película del oeste, y dos jóvenes que parecían salidos de La Casa de la Pradera.
Pero lo mejor estaba por venir...nos las prometíamos muy felices con nuestras indicaciones para llegar a un par de moteles de carretera, pero no contábamos con un cartel: "no vacancy". ¿Que hacen todos los moteles de los alrededores de Cleveland, un día entre semana, llenos hasta las trancas? Hasta que encontramos una cama libre nos cruzamos con:
- un coche con forma de perrito caliente gigante.
- un motero en Harley-Davidson, vestido de cuero y un pañuelo en la cabeza.
- un motel con una empalizada blanca, decorada con estrellas azules y rojas.
No tenemos palabras para definir el sitio en el que dormimos, pero seguro que lo hemos visto en alguna película. Un consejo: si dormís alguna vez en algún motel de carretera americano NO mováis las camas. No queréis saber lo que hay debajo...
Por cierto, nuestro menú del día:
- desayuno: Dunkin Donuts (Fran una pizza).
- comida: Hot Dog con mostaza, pepinillos y cebollita.
- cena: un costillar en salsa barbacoa y de postre, un bronwnie.
¡Estamos cerca de llevarnos una autentica barriga americana de souvenir!
Para salir de este lugar que podía ser perfectamente el lugar de un crimen en un película de antena 3, tuvimos que seguir las indicaciones del que aparentaba ser un amigable americano de camping con su hijo, pero que estamos seguros de que era un asesino en serie. Fue algo digno de recordar la cara de Fran, cuando nos dijo "hablo un poco de español, hasta luego". ¿Nos habrá entendido?
Un guardia forestal que tenía una tienda de banderas americanas y otros elementos patrióticos, nos mando a un restaurante en el que nos hinchamos a costillas a la parrilla, y un brownie, que será difícil de superar. En el trayecto, nos cruzamos con una gasolinera con surtidores de película del oeste, y dos jóvenes que parecían salidos de La Casa de la Pradera.
Pero lo mejor estaba por venir...nos las prometíamos muy felices con nuestras indicaciones para llegar a un par de moteles de carretera, pero no contábamos con un cartel: "no vacancy". ¿Que hacen todos los moteles de los alrededores de Cleveland, un día entre semana, llenos hasta las trancas? Hasta que encontramos una cama libre nos cruzamos con:
- un coche con forma de perrito caliente gigante.
- un motero en Harley-Davidson, vestido de cuero y un pañuelo en la cabeza.
- un motel con una empalizada blanca, decorada con estrellas azules y rojas.
No tenemos palabras para definir el sitio en el que dormimos, pero seguro que lo hemos visto en alguna película. Un consejo: si dormís alguna vez en algún motel de carretera americano NO mováis las camas. No queréis saber lo que hay debajo...
Por cierto, nuestro menú del día:
- desayuno: Dunkin Donuts (Fran una pizza).
- comida: Hot Dog con mostaza, pepinillos y cebollita.
- cena: un costillar en salsa barbacoa y de postre, un bronwnie.
¡Estamos cerca de llevarnos una autentica barriga americana de souvenir!
viernes, 6 de agosto de 2010
De Buffalo a Niagara, ¡camino a Cleveland!
Nos encontramos nuevamente en ruta. La tecnología hace posible que mientras conducimos guiados por un GPS tengamos a mano un teclado para plasmar todo lo que nos ha ocurrido. Si no deja de sorprendernos a nosotros, no se que pensareis los que habéis recorrido kilómetros y kilómetros con un mapa y una libreta.
Buffalo ayer nos sorprendió, fue algo mas que una parada en mitad de nuestro viaje. Y fue justo lo que necesitábamos después de una dura jornada de viaje, y de dos días en NY. Nos encontramos con una ciudad universitaria americana, en su mas puro estilo, en un albergue en plena zona de marcha. Eso si, para disfrutar de una estupenda ración de alitas al "estilo Buffalo" (que por lo que dice la guía, debe ser lo mejor de la ciudad) y un concierto en directo de pop americano, tuvimos que mostrar nuestros pasaportes...difícil de creer por nuestro aspecto (5 personas de menos de 100 kg), que seamos mayores de 21 años.
Y por la mañana, toca madrugar. No para ir a Niagara, sino para pagar el parquímetro, que empezaba a las 8 de la mañana. ¿Recordáis los parquímetros que salían en los comics de Tintin? Bueno, pues aquí son así, y solo funcionan con monedas de 25 c. Y de ahí, directos a Niagara. Una autentica maravilla de la naturaleza en mitad de la plaza de un pueblo. Es complicado mirar hacia la catarata sin ver los rascacielos, hoteles, y demás que la rodean, incluida una torre que parece un ovni. Cuando lo consigues, merece la pena. Si, al llegar abajo, porque por supuesto, como buenos turistas, hemos cogido el barquito que te pasea entre los saltos de agua, nos hubiéramos encontrado un Mc Donald, no nos habría extrañado. Por cierto, los perritos canadienses no tiene nada que envidiar a los americanos.
Y de nuevo en ruta. Vamos para Cleveland, entre carreteras que nos dejan entrever por momentos el lago Erie. Allí hemos buscado un hostal en mitad de un parque natural, pero quizás no lleguemos. Será la carretera la que nos lleve, y nos haga parar antes si encontramos otro lugar que nos guste. Hemos recorrido ya casi la mitad de nuestro trayecto de hoy, y es increíble. Arboles enormes y vegetación, lagos infinitos en los que no se distingue la otra orilla y carteles que nos avisan de que tengamos cuidado de no atropellar un ciervo. Pero no hay otro rastro de civilización, mas a allá de pequeños sitios. Otro contraste mas en este país de locos.
Buffalo ayer nos sorprendió, fue algo mas que una parada en mitad de nuestro viaje. Y fue justo lo que necesitábamos después de una dura jornada de viaje, y de dos días en NY. Nos encontramos con una ciudad universitaria americana, en su mas puro estilo, en un albergue en plena zona de marcha. Eso si, para disfrutar de una estupenda ración de alitas al "estilo Buffalo" (que por lo que dice la guía, debe ser lo mejor de la ciudad) y un concierto en directo de pop americano, tuvimos que mostrar nuestros pasaportes...difícil de creer por nuestro aspecto (5 personas de menos de 100 kg), que seamos mayores de 21 años.
Y por la mañana, toca madrugar. No para ir a Niagara, sino para pagar el parquímetro, que empezaba a las 8 de la mañana. ¿Recordáis los parquímetros que salían en los comics de Tintin? Bueno, pues aquí son así, y solo funcionan con monedas de 25 c. Y de ahí, directos a Niagara. Una autentica maravilla de la naturaleza en mitad de la plaza de un pueblo. Es complicado mirar hacia la catarata sin ver los rascacielos, hoteles, y demás que la rodean, incluida una torre que parece un ovni. Cuando lo consigues, merece la pena. Si, al llegar abajo, porque por supuesto, como buenos turistas, hemos cogido el barquito que te pasea entre los saltos de agua, nos hubiéramos encontrado un Mc Donald, no nos habría extrañado. Por cierto, los perritos canadienses no tiene nada que envidiar a los americanos.
Y de nuevo en ruta. Vamos para Cleveland, entre carreteras que nos dejan entrever por momentos el lago Erie. Allí hemos buscado un hostal en mitad de un parque natural, pero quizás no lleguemos. Será la carretera la que nos lleve, y nos haga parar antes si encontramos otro lugar que nos guste. Hemos recorrido ya casi la mitad de nuestro trayecto de hoy, y es increíble. Arboles enormes y vegetación, lagos infinitos en los que no se distingue la otra orilla y carteles que nos avisan de que tengamos cuidado de no atropellar un ciervo. Pero no hay otro rastro de civilización, mas a allá de pequeños sitios. Otro contraste mas en este país de locos.
En ruta...
18:05 en NY. 220 millas desde que salimos de Manhatan, al menos otras 200 para llegar a Buffalo, nuestro próximo destino. Cuando lleguemos allí, o cuando encontremos una conexión a Internet podremos colgar esta entrada en el blog. Tras los rascacielos de NY nos esperaba otra skiline, al menos igual de impresionante, y que nos ha sorprendido casi desde la salida de la ciudad: inmensos arboles a ambos lados de la carretera, en la que solo se intuye la civilización por carteles que nos indican que a 1 milla hay un Mc Donals.
El camino por si mismo merece la pena, pero además hemos encontrado una emisora de radio con buena música, con grupos que no conocemos como The Masacoustics o Alvin Robinson, pero que nos gustan. Por lo demás, conducir y dormir por turnos, y pensar en lo que nos toca mañana: Niagara Falls. Quizás, si no hay problema para entrar en Canada nos planteemos pasar por Toronto.
Las 230 millas que nos separan ya de la city ponen la distancia para que podamos ver otra vez las fotos, recordar todo mas despacio, y hacernos idea de donde hemos estado. Una pequeña isla, de escasos 10 km de largo, en la que la que las cosas compiten por ser mas, olvidandose de la gente que las rodea. Los edificios de 120 plantas con el centro de la economía mundial. La 5 Av con Broadway. Los luminosos de Times Square, con la montaña rusa del Toys'r'us, o la tranquilidad en un Central Park sin coches.
Y en mitad de esa locura, en la que cada segundo cuenta pero mas para perder un metro que para disfrutar de el, nos hemos encontrado con sus habitantes. Gente cercana en medio de una ciudad no hecha para ser habitada. En el metro, en la calle, o en restaurante, los newyorkinos (o como se escriba) se nos han acercado para ayudarnos, aconsejarnos, o aprender algo de España. Y sonreír.
237 millas desde la salida. Según el GPS llegaremos a Buffalo a las 21:32. Son las 18:37. Nos queda menos para concluir esta 1* etapa.
Y por supuesto: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS,MARIA!
El camino por si mismo merece la pena, pero además hemos encontrado una emisora de radio con buena música, con grupos que no conocemos como The Masacoustics o Alvin Robinson, pero que nos gustan. Por lo demás, conducir y dormir por turnos, y pensar en lo que nos toca mañana: Niagara Falls. Quizás, si no hay problema para entrar en Canada nos planteemos pasar por Toronto.
Las 230 millas que nos separan ya de la city ponen la distancia para que podamos ver otra vez las fotos, recordar todo mas despacio, y hacernos idea de donde hemos estado. Una pequeña isla, de escasos 10 km de largo, en la que la que las cosas compiten por ser mas, olvidandose de la gente que las rodea. Los edificios de 120 plantas con el centro de la economía mundial. La 5 Av con Broadway. Los luminosos de Times Square, con la montaña rusa del Toys'r'us, o la tranquilidad en un Central Park sin coches.
Y en mitad de esa locura, en la que cada segundo cuenta pero mas para perder un metro que para disfrutar de el, nos hemos encontrado con sus habitantes. Gente cercana en medio de una ciudad no hecha para ser habitada. En el metro, en la calle, o en restaurante, los newyorkinos (o como se escriba) se nos han acercado para ayudarnos, aconsejarnos, o aprender algo de España. Y sonreír.
237 millas desde la salida. Según el GPS llegaremos a Buffalo a las 21:32. Son las 18:37. Nos queda menos para concluir esta 1* etapa.
Y por supuesto: ¡FELIZ CUMPLEAÑOS,MARIA!
jueves, 5 de agosto de 2010
Y por fin...¡comienza el viaje!
New York, New York...¡en esta ciudad no hay nada que no haya y que no se pueda comprar! No os diré mas que nos llevamos desde regalos de la NBA, hasta un pijama de m&m, pasando por esta iPad desde la que os escribimos hoy.
Nuestro viaje siguió ayer por Central Park, que recorrimos a pie de punta a punta, y donde vimos varios rodajes de cine. Ni que decir de la hamburguesa que nos comimos al salir de allí! Después de comprar todo lo comprable, nos fuimos a cenar al Soho...sitio caro donde los haya, excepto la pizzería mas curte que pudimos encontrar, donde nadie hablaba ingles.
Pero lo bueno comienza ahora, después de esta parada. Mientras yo os escribo, Olivia y Fran han ido a por nuestro coche (¿como será?) y Destro esta revisando la ruta en la guía de carreteras que hemos comprado. La próxima vez que escribamos, deberíamos estar en Buffalo, a una hora de Niagara. ¡Deseadnos suerte!
Nuestro viaje siguió ayer por Central Park, que recorrimos a pie de punta a punta, y donde vimos varios rodajes de cine. Ni que decir de la hamburguesa que nos comimos al salir de allí! Después de comprar todo lo comprable, nos fuimos a cenar al Soho...sitio caro donde los haya, excepto la pizzería mas curte que pudimos encontrar, donde nadie hablaba ingles.
Pero lo bueno comienza ahora, después de esta parada. Mientras yo os escribo, Olivia y Fran han ido a por nuestro coche (¿como será?) y Destro esta revisando la ruta en la guía de carreteras que hemos comprado. La próxima vez que escribamos, deberíamos estar en Buffalo, a una hora de Niagara. ¡Deseadnos suerte!
miércoles, 4 de agosto de 2010
New York, New York...
¡Vaya pasada! Desde el desayuno, hasta que volvimos machacados a las 12 de la noche, no hubo un momento de tranquilidad. Bueno, para algunos un poco más, porque Fran, como prometió, se despertó a las 7 para hacer joging por Central Park.
Comenzamos fuerte, con un crucero por la bahía, foto con la Estatua incluida, y pasando por los puetes de Broklyn. Pero no comenzamos a darnos cuenta de dónde estábamos hasta que nos vimos comiendo un Hot Dog junto a un broker de Wall Street...¡con el mismo perrito!
A partir de ahí, fue un no parar. Tribeca, donde vimos 2 rodajes de cine, en Chinatown comimos, y en Litle Italy (preguntad a Fran y Destro cómo se pronuncia...) nos tomamos unos estupendos cafés. Pausa previa a uno de los mejores momentos del día: subir al Rockefeller Center al atardecer, para ver toda la ciudad. No podemos colgar ninguna de las 200 fotos que hizo Fran, porque salieron todas mal, pero mereció la pena. ¡Vaya vistas! Te hacen sentir pequeño. Ahí sí que nos dimos cuenta de donde estábamos.
Cuando ya volviamos para casa, nos encontramos con las luces de Times square, donde gastan más electricidad, de la que podremos ahorrar apagando la tele cuando no la vemos. Y acabamos el día como no podía ser de otra manera: tomando un batido de galletas Oreo, en un bar de Broadway, en plan Grease, y donde los camareros nos servían cantando,,,
Telita...¡y hoy más! Tocan compras, perdernos en Central Park y hacer memoria de estos dos días en unclub de jazz.
Comenzamos fuerte, con un crucero por la bahía, foto con la Estatua incluida, y pasando por los puetes de Broklyn. Pero no comenzamos a darnos cuenta de dónde estábamos hasta que nos vimos comiendo un Hot Dog junto a un broker de Wall Street...¡con el mismo perrito!
A partir de ahí, fue un no parar. Tribeca, donde vimos 2 rodajes de cine, en Chinatown comimos, y en Litle Italy (preguntad a Fran y Destro cómo se pronuncia...) nos tomamos unos estupendos cafés. Pausa previa a uno de los mejores momentos del día: subir al Rockefeller Center al atardecer, para ver toda la ciudad. No podemos colgar ninguna de las 200 fotos que hizo Fran, porque salieron todas mal, pero mereció la pena. ¡Vaya vistas! Te hacen sentir pequeño. Ahí sí que nos dimos cuenta de donde estábamos.
Cuando ya volviamos para casa, nos encontramos con las luces de Times square, donde gastan más electricidad, de la que podremos ahorrar apagando la tele cuando no la vemos. Y acabamos el día como no podía ser de otra manera: tomando un batido de galletas Oreo, en un bar de Broadway, en plan Grease, y donde los camareros nos servían cantando,,,
Telita...¡y hoy más! Tocan compras, perdernos en Central Park y hacer memoria de estos dos días en unclub de jazz.
lunes, 2 de agosto de 2010
¡Ya estamo aqui!
Acabamos de llegar a New York. En España son las 5, pero aquí sólo las 23...estamos en un hostal en Harlem, tiene buena pinta, y parece que está cerca del metro. Aún no hemos tenido tiempo de hacer fotos, pero hemos dado una vuelta y es como estar en una película: las tomas de agua, las escaleras de incendio, los negros raperos,...y raciones de pizza enormes!
Hoy nos iremos pronto a dormir, mañana tenemos un montón de cosas por ver, ¡estamos en la capital del mundo!
Hoy nos iremos pronto a dormir, mañana tenemos un montón de cosas por ver, ¡estamos en la capital del mundo!
Nos vamos en unas horas...
¡Ya estamos preparados para el viaje! Alojamientos, coches, vuelos, seguros...tenemos dudas sobre la barba de Fran pero allá vamos (menos mal que no se trae el turbante...).
Estaremos saliendo en unas horas, y os iremos contando, siempre que podamos y tengamos cobertura, el desarrollo de nuestras andanzas. ¡Para eso nos llevamos hasta un portátil! Llegamos allí a las 19:00, que serán aquí la 1 am. Eso más los controles del aeropuerto, buscar el hotel,...
¡Mañana más!
Estaremos saliendo en unas horas, y os iremos contando, siempre que podamos y tengamos cobertura, el desarrollo de nuestras andanzas. ¡Para eso nos llevamos hasta un portátil! Llegamos allí a las 19:00, que serán aquí la 1 am. Eso más los controles del aeropuerto, buscar el hotel,...
¡Mañana más!
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