viernes, 20 de agosto de 2010

San Francisco: frío, cuestas, buen rollo.

Nuestro hostal en la ciudad era un pequeño adelanto de lo que nos íbamos a encontrar. Un sitio céntrico, bien decorado, con gente agradable, en el que teníamos una habitación en un sexto con un ascensor de los años cuarenta, y que no hemos cogido demasiado. La habitación, suficiente, cuidada, tiene un radiador negro de metalque podría ser parte del decorado de una peli de gánster, una bañera con patas, y vistas a la ciudad, con una escalera de incendios en la ventana.
San Francisco es un sitio relativamente pequeño, que se puede recorrer en pocos días. Los mejores medios, y los que hemos usado, nuestras piernas, autobuses eléctricos, y unos tranvías que en realidad son funiculares, para subir las cuestas que esconde la ciudad. Es muy agradable pasear por sus calles, entre casas victorianas, muchos árboles, algún que otro jardín, y bares bastante a la moda. Agradable, hasta que llega la niebla, el frío y el viento, que es digno de mencionar. Desde el puerto vimos atardecer, con el Goldengate sumergido en nubes y un vendaval para salir volando. Fer se empeñó en que no era frío, sino brisa marina, y aguantó día y medio sin chaqueta, aunque estamos convencidos que lo hizo por cabezonería. Contagiada de esa locura, Julia decidió que era un buen día para bañarse en el Pacífico, o aunque no lo fuera, nuestra única oportunidad para hacerlo, y acabamos todos dentro para no parecer unos cobardes. El chino que nos hizo la foto puso cara de "estos están de la olla". Esa noche decidimos callejear para conocer las famosas cuestas, que también nos dejaron fuera de juego. Aún no comprendemos cómo los coches aparcados no se caen.
Por la mañana, pasamos el día en el Goldengate, que más que impresionante, es mítico. Lo que más merece la pena de este puente, son las vistas de la ciudad, y verlo desde lejos, con los pilares borrados por la niebla. También dedicamos un buen rato a buscar las fijaciones de Destro, hasta que tuvimos que abandonar, a falta de visitar una tienda fuera de la ciudad, que ya nos dio pereza.
Los jueves por la noche, en nuestro albergue, hay una fiestecilla para los huéspedes, y ofrecen vino y queso gratis. Allí nos presentamos con la idea de pasar un buen rato, y quizás probar algún buen vino de California. Finalmente el mejor que nos ofrecieron era Argentino, pero dio de sí. Llevábamos tiempo sin hablar con nadie en los bares, y hoy era el día. Elia, o como se diga, un ruso de Siberia, que estaba recorriendo América desde Alaska a la Patagonia trabajando en bares y hostales, y que quiere ser director de cine, fue nuestro Piticli. Fue un gran encuentro para HQT, que le mandará sus obras por Internet, y para alguien más que prefiere permanecer en el anonimato y de quien no contaremos más.
Hoy será nuestra ultima jornada en San Francisco, y en América. Nuestro vuelo sale a las 7 de la mañana, y nos dará tiempo para hacer compras, ver alguna cosa más, y pasar la noche en algún club de jazz, o lo que se tercie.
Por si no encontramos nueva conexión a Internet, llegaremos el domingo a las 9:30 de la mañana.    

1 comentario:

  1. olé la julia con dos cojones!!!! así me gusta que no pierdas costumbres en mares, ríos, lagunas...
    Bueno por si es la última entrada, gracias por este viaje tan maravilloso que habéis hecho y por invitarnos a ir con vosotros!!!! ya tengo ganas de veros, así que espero que nos contéis en vivo anécdotas y chascarrilos!!!!!
    un besote a todos y enhorabuena por este gran viaje!!!!!!

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